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    El Racismo en España

    Hoy sufrí una experiencia que me dejó pensando profundamente. (La palabra “sufrí” suena excesiva, así que mejor lo reformulo). Hoy presencié, por primera vez, un acto de racismo en España. El suceso en sí es bastante simple, así que lo dejaré para el final. Antes, quiero aprovechar para compartir mi opinión sobre un tema que considero muy relevante.

    España es un país que parece estar en una disyuntiva: o trata de no ser racista o simplemente no lo intenta. Broncano lo expresó muy bien en su programa con su irónica pregunta: “¿eres más racista o más machista?”. Quiero aclarar que en los casi doce meses que llevo viviendo aquí, España y su cultura me han cautivado, y en general, me he sentido muy bien acogido. Sin embargo, esa percepción que tenía de que Europa era un lugar con la mejor calidad de vida gracias a su riqueza cultural y una educación que promueve la inclusión y el respeto por la diversidad… se ha visto debilitada. Al menos en Barcelona, no siento que eso sea una realidad. Y me atrevo a decir que la brecha entre Europa y América es más pequeña de lo que muchos piensan. Exceptuando quizá los países nórdicos y Suiza, que creo que representan ese “verdadero primer mundo”.

    Escribo esto no para restar mérito a las muchas cosas positivas que tiene Europa, sino porque es importante reconocer que el término “eurocentrismo” no surge de la nada. En términos de percepción de seguridad, es cierto que Europa está más avanzada que muchas otras regiones, pero también es verdad que no es ese lugar de fantasía que a veces se imagina desde fuera. Basta de pensar que todo está solucionado acá, que hay otros problemas.

    Volviendo a lo que ocurrió: caminaba por la calle cuando vi a un hombre pidiendo dinero. Se acercaba a los peatones con una caja, buscando alguna moneda o billete, sobre todo a las personas que salían de un supermercado cercano. A todos les pedía… excepto a mí. Y eso me hizo gracia. La realidad es que no pensaba darle nada, pero la suposición basada en mi color de piel de que ni siquiera valía la pena pedírmelo, me causó más risa aún.