Me han preguntado muchas (6) veces que por qué me gusta tanto Canadá. Nunca doy una respuesta instantánea de valor, casi siempre me limito a decir que la gente es muy amable y me gusta el frío. Después a través de los días me dedico a argumentar por qué Canadá es el mejor país del mundo. Por ejemplo cuando sale una noticia homofóbica o machista por parte de algún político mexicano, le comparto a la persona que me preguntó una noticia vieja (porque siempre son viejas) de cómo Justin Trudeau o el gobierno canadiense en general, ya tiene como costumbre la inclusión desde hace años.
Pero quiero dedicar este blog a una respuesta concreta de por qué me gusta tanto Canadá. Y la gente, el frío, Justin Trudeau, el seguro médico universal gratuito, el campeonato de los Raptors, el Poutine, Drake, Shawn Mendes, educación de la más alta calidad, bajos índices de criminalidad y desempleo, inclusión, Canada Pension Plan, Tim Hortons, entre otras cosas no tienen tanto que ver. Canadá me encanta porque cuando tenía 14 años mis padres me enviaron a un programa de intercambio durante un mes a una escuela de Victoria BC, Canadá y tuve el mejor viaje de mi vida.
Todo empezó por ahí de Noviembre del 2012, las noticias en Telediario que veía antes de ir a la secundaria eran algo así como: “Dos hombres armados entraron a una joyería y … En la zona sur de la ciudad hubo un enfrentamiento entre militares y miembros de la delincuencia organizada que dejó como saldo… Al amanecer, la policía municipal de Guadalupe retiró de un puente un cuerpo y una manta con un mensaje…” La verdad ya ni me asustaban las noticias, la inseguridad había afectado ya la cultura y estilo de vida de Monterrey. Un sábado me tocó ir a la escuela para ver quién me iba a tocar de pareja de baile en una exhibición cultural que presentaríamos estando en Canadá. Long-story short me enamoré de mi pareja de baile, me bateó en un Jardín Botánico canadiense, y luego ella quería seguir de amigos y pues yo aguanté así un buen rato.
Llegó Marzo y por fín supe cómo sería mi homestay (la casa/familia que me daría hospedaje) y desde ahí empezaron los cambios de paradigmas. En la hoja que decía la información sobre el homestay venía solamente el nombre de la madre de familia, y que era una familia con mascotas y la dirección de la casa. Lo primero que hice fue buscar en Facebook a la madre de familia y oh sorpresa, en la foto de perfil encontré a una señora con tatuajes con un señor con aretes, la siguiente imagen era la misma pareja pero con una niña como de 7 años, le enseñé lo que encontré a mi mamá y ella reaccionó negativamente, se preocupó de que fueran irresponsables y no me prepararan comida, o que fueran alcohólicos, que no fueran a estar al pendiente de mí y le causó mucha desconfianza, y honestamente a mí también me preocupaba que fueran hippies y nunca me fueran a sacar a pasear. Luego ví mi dirección en Google maps y me agradó que la casa estaba pegada a un parque.
A finales del mes, ya estaba volando hacia Canadá. Emocionado, preparado con mucha ropa de frío ártico, una visa canadiense, y un presupuesto bien estructurado salí de Monterrey a Vancouver junto con 2 de mis mejores amigos. Primera sorpresa, en el aeropuerto de Vancouver, que por cierto tenía totems gigantes de decoración, empecé a hablar inglés oficialmente. La agente de migración, súper amable y alta por cierto, me dijo Hi/Bonjour Welcome to Canada, me preguntó que si venía con el grupo y me deseó un buen día. Me sentí un adulto y erudito en el dominio del idioma inglés después de ese evento. Después salimos y en Ferry llegamos a Victoria, BC una isla rodeada de montañas y con el clima más caliente de Canadá (días después me dí cuenta que no iba a necesitar más que un sweater en los días fríos). Cuando me recogieron mis homestays tuve que voltear hacia arriba, pues estaban al menos 1.5 cabezas más grandes que yo y el prejuicio que tenía de la familia cambió a que iban a ser muy rebeldes. El señor cargó mi maleta con equipaje para un mes con una mano y la que era mi “hermana menor de 10 años” estaba casi de mi altura.
El primer fin de semana conocí la ciudad y ese fue otro shock, jamás había visto tanta belleza con tanta cotidianidad, todo era bello sin siquiera intentarlo, el pasto era muy verde al ser regado por la lluvia, los centros comerciales eran muy bonitos y no estaban llenos, había gente caminando en la noche, y lo más importante mi homestay era demasiado cool para ser verdad. El señor con aretes resultó ser un ingeniero en informática que en tiempos libres le gustaba hacer rompecabezas con su hija, la señora con tatuajes trabajaba para el gobierno y podías platicar con ella de cualquier cosa, y la abuela, que por cierto me invitó una vez a desayunar y al zoológico, simplemente es mi aspiración si llego a ser abuelo. Un amigo del intercambio vivía a menos de 4 minutos caminando y nos vimos un día en el parque para ponernos de acuerdo para ir a la escuela. En la escuela me esperaba otro cambio de paradigma, pero aún no lo sabía.
Mi hermano de homestay me acompañó a la preparatoria que estaba a 15 minutos CAMINANDO y cuando llegué me quedé sorprendido. Había chicos y chicas fumando, en los pasillos había skaters en acción, y el director de la prepa tenía un piercing. La historia no para ahí, ya estando en clase no paraba de sorprenderme, el horario era de lunes a jueves de 8:30 a 15:10 horas y los viernes de 8:28 a 14 horas. Tenía 4 clases: Carpintería, Biología, Inglés y Educación Física y un receso de 20 minutos. Duré una semana en esa prepa pero me tocó ver de todo (como nací en diciembre del 98 me tocaba ser de los más jóvenes en prepa y preferí que me cambiaran a secundaria y ser de los más grandes) ya que compartía salón con estudiantes de todos los años escolares. En Carpintería faltó el maestro un día y además de hacer un Harlem Shake, la gente se salió del salón libre y campantemente. En Biología había demasiados experimentos y aprendí sobre la estructura del DNA y RNA con dulces que después me comí. En Inglés ví Titanic por primera vez. Y en Educación Física además de sudar demasiado me tocó ver una pareja besándose intensamente en frente de dos maestros sin que nadie les dijera nada.
Este shock cultural de plano no lo aguanté, preferí convivir con gente más parecida a mí, y esa gente no estaba en prepa, me cambié a una secundaria donde la gente era súper linda y amable. En este caso para ir a la escuela sí necesitaba andar en camión y realmente a partir de la segunda semana aprendí a andar en camión, pero era muuuuuy distinto a andar en camión en Monterrey. Había una aplicación, recordemos que es 2013, que te decía cuánto faltaba para que llegara el camión, yo no la tenía, pero igual en las paradas había carteles de la hora en que pasaba y nunca tardó más de 5 minutos de lo acordado durante todo el mes que estuve. Muchos camiones eran de dos pisos y se incaban para cuando iba subir gente de la tercera edad en silla de ruedas. Y la gente que iba en el camión, ¡¡leyendo o en el celular!! en ese momento pensaba que era raro e irresponsable, ¡les pueden asaltar! Pero era más probable que murieran en un choque a que alguien los asaltara.
Después tuve la oportunidad de hacer amistades canadienses, conocer la nieve e ir a skiar, y hacer una presentación cultural y rappear Latinoamérica de Calle 13 en la escuela en la que estaba, salirme de clases e ir por donas, conocer un bosque, probar la comida típica canadiense, ir a la celebración del 4/20, probar el mejor pollo que he comido, salir de fiesta y lo más impactante caminar por la noche, solo, con clima fresco, sintiéndome seguro y libre como nunca había sentido antes.
Luego volví y desde entonces he querido volver, y no regresar. Les comparto el video con las fotos que tomé en aquél viaje.
Angel Escamilla